1º de Grado · Antropología · Juan Bautista Fuentes

1. La sociedad del conocimiento

1. 1. El modo industrial de producción

El horizonte histórico de nuestro tiempo es el modo industrial de producción, que surge cuando se incorporan a la producción de las sociedades humanas los conocimientos de las ciencias formales estrictas (física, química, biología, etc). Con esta incorporación cambian tanto la escala como el tipo de la producción: el modo industrial de producción aumenta la capacidad productiva y reduce su tiempo, multiplicando de manera tal la producción que cambia la fisionomía de las relaciones sociales, en el modo de vida y en la morfología de la cultura objetiva.

Todas las sociedades de la historia tienen un endoesqueleto económico-técnico basado en su necesidad de producción y consumo. El trabajo que origina la producción tiene dos momentos: el de la mera multiplicación y explotación técnica de recursos naturales, y el de la edificación de un mundo habitable mediante el uso y disfrute comunitario, a través del consumo, de los bienes producidos. Así, el consumo es el objetivo de la producción, y no viceversa. En la sociedades económico-técnicas de consumo, por el contrario, el uso de las cosas pasa a ser mero consumo o compra, se producen cosas excedentarias que no se consumen, se consumen cosas que no se usan y, por último, se usan cosas que no se disfrutan. Este modo de consumo y la unicidad del trabajo como obligación totalizan la vida social humana y disuelven cualquier relación pretérita.

La industria y la producción a gran escala reducen la dimensión comunitaria del trabajo a mera producción. El antiguo taller permitía una cooperación que el automatismo de la fábrica destruye; del mismo modo, la industria acaba también con el disfrute del trabajo y la mentalidad de producir algo para que sea disfrutado. La modernidad, encarnada aquí en la industria, crea el espejismo de una sociedad perfecta mediante el racionalismo abstracto, desligándose completamente del cuerpo y de los procesos históricos.

1. 2. El papel de las ciencias estrictas en la producción

Las ciencias no son meras representaciones del mundo exterior, son construcciones operatorias* y somáticas efectuadas por los cuerpos humanos y directamente ligadas a la producción, tanto en la etapa técnica como en la tecnológica. Los conocimientos no son representaciones mentales o proposicionales: son construcciones operatorias dependientes del cuerpo en acción.

La incorporación de los descubrimientos de la ciencia moderna a la producción marca el punto de inflexión entre técnica y tecnología, permitiéndonos diferenciar entre:

-Técnica -artesanía-: modo de producción previo a la incorporación de la ciencia.

-Tecnología -industria-: modo de producción posterior.

La tecnología surge de las ciencias del mismo modo que las ciencias surgieron de las técnicas. Los saberes comenzaron como contenido cognoscitivo de los oficios («saber es saber hacer»). Las ciencias son racimos teóricos formados mediante sucesivas demostraciones, todas producto de conflictos entre diferentes saberes técnicos. Las ciencias se generan a partir de las técnicas previas, cuando estas han alcanzado un determinado nivel de desarrollo y complejidad cognoscitiva (p.ej. la física surge de demostraciones surgidas de conflictos de saberes de la navegación, la arquitectura, la extracción mineralógica, la armamentística, etc).

La verdades científicas son objetivas y universales (dentro del campo científico al que pertenecen) y se desprenden de las técnicas materiales que las general, así como de todo interés práctico; pasan del componente empírico-práctico de las técnicas a ser, en sí mismas, teórico-teoréticas. Pero a la vez que se desprenden de las técnicas que las producen, se incorporan a la producción de la industria que las ha generado. Así, los conocimientos están en continua realimentación con sus funciones prácticas y con el trabajo humano.

*Se entiende operatoriedad como movimientos orientados cognoscitivamente. Cuando estos movimientos se sirven de herramientas o utensilios fabricados, surge la técnica; la cultura humana surge del uso normalizado de estos instrumentos.

1. 3. El surgimiento de la sociedad del conocimiento

Una vez se da el paso de técnica a tecnología y la producción se multiplica, la sociedad tiene dos opciones: o continuar su cantidad de producción y reducir el tiempo y el esfuerzo del trabajo humano, o bien mantener el tiempo y el ritmo de producción.

Al elegir la segunda opción, con cada mejora tecnológica se conseguirá una producción cada vez mayor, que para no colapsar, necesitará un volumen del consumo paralelo. Un claro ejemplo es el Estado del Bienestar, que no es más que la inercia de ventas del capitalismo, en el que aumenta el nivel de vida de los trabajadores para aumentar el consumo, el objetivo, por tanto, no es la malvada explotación del obrero, sino su posicionamiento como consumidor adaptado al mercado.

Cuando además de esta multiplicación desmesurada de la producción, la ciencia no reflexiona sobre las consecuencias de la producción (porque esa reflexión/investigación deja de ser rentable e incluso va contra la dinámica consumista necesaria para absorber la excesiva producción), es decir, cuando las consecuencias del uso de las tecnologías en la producción se desprenden de cualquier posible control por parte de la ciencia, surge la sociedad del conocimiento.

1. 4. El papel de la educación en este marco social y económico

La sociedad actual es una sociedad económico-tecnológica optimizada y de consumo; lo que debería invertirse en investigación científica para realimentar el desarrollo tecnológico mediante el control, se invierte en optimizar y maximizar la producción tecnológica, a la que se da salida mediante el consumo inflado.

En función de esta realimentación imparable entre producción y consumo, los conocimientos son puestos en valor, y su mesura pasa a depender únicamente de la rentabilidad y el mercado de trabajo. Así, la sociedad del conocimiento produce una inmensidad de conocimientos de orden tecnológico desordenados, desligados entre sí y respecto de la ciencia.

Pero el mercado al que debe adaptarse el conocimiento no es un mercado ordenado, y mucho menos autorregulado; no se trata de un mercado dinámico, sino caótico; la producción no conoce los deseos del consumidor puesto que ni el mismo consumidor lo sabe, el mercado es imprevisible porque el consumidor no es consciente de sus preferencias, la producción se reduce a la innovación abstracta, la intención de acertar a ciegas, topar con la moda o crearla, pero sin la más mínima información previa sobre el contenido de la demanda. Eso refleja la manera en que el consumo se ha desligado del uso y el disfrute de los enseres, para pasar a ser, al menos el consumo de masas, una corriente imprevisible de modas, así como de obsolescencias programadas y de pequeños cambios en los productos que consiguen ser motivo de compra a través de la publicidad.

Esta imprevisibilidad requiere, precisamente, trabajadores que, dada la ductilidad, la imprevisión y el caos bajo el que el mercado de trabajo funciona, puedan desempeñar el mayor número de trabajos posibles, es decir, se busca fuerza de trabajo dúctil y adaptable a la incertidumbre del mercado: con este propósito está siendo moldeada la educación, que «prepara» para la caoticidad de la sociedad de consumo otorgando una flexibilidad previa e indiferenciada. La flexibilidad real es la multiplicidad de conocimientos, mientras que actualmente se prepara con generalidades, acortando los programas de estudios para la rápida incorporación al sistema productivo bajo la supuesta adaptación para cualquier empleo o al mayor número posible de empleos.

[Apuntes tomados de las clases de Antropología filosófica de Juan Bautista Fuentes, profesor de la UCM.]

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